DARWIN Y LA EVOLUCION

3.800 MILLONES DE AÑOS DE EVOLUCIÓN BIOLÓGICA

By WP_SP 16 julio, 2017 Artículo, José Aparicio Pérez

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Dr. José Aparicio Pérez

Académico de la Real Academia de Cultura Valenciana
Académico Correspondiente de la Nacional de la Historia

Hace 4.500 millones de años se formó la Tierra. 800 millones de años más tarde, hecha la luz, la tierra, el aire y el agua comenzó la gran aventura biológica aquí que culminó con la aparición, al “sexto día”, de los seres humanos, hombres y mujeres, obra suprema de la Creación.

Decimos aquí porque cada vez, a medida que avanza nuestro conocimiento del Cosmos, se arraiga y extiende más la idea de que no estamos solos en el Universo e, incluso, en que no existe el uni-verso sino otros universos, lo que complica más la situación y da argumentos a los agnósticos recalcitrantes, si es que queda alguno tras los grandes avances de la ciencia y la investigación.

Las posiciones encontradas entre creacionistas y evolucionistas son, sin embargo, más aparentes y formales que esenciales y a poco que recapacitemos sobre ello lo veremos.

Hace 200 años se publicó la obra del geólogo, Richard Darwin, sobre la Evolución de las Especies (Los Orígenes de las Especies), tratado de pura biología que se apoyaba mucho sobre geología.

De nada hubiera servido recomendarle a Darwin que estudiara el Génesis, porque debía conocerlo a la perfección dada su juvenil orientación eclesiástica y, por lo tanto, sabía que contiene, perfectamente condensado, todo el proceso evolutivo que él esbozó y que la investigación posterior ha ido perfeccionando. Los creacionistas deben aceptarlo así también y los evolucionistas que la perciben como producto de la ciega casualidad, que se divierten lanzando mensajes ateos en la grupa y en los costados de autobuses callejeros, siguiendo las consignas de Hawkig e intentando desmoralizar a los creyentes, debieran ocupar su tiempo en actos más relevantes y menos inútiles; la fe y la esperanza son el sostén vital de gran parte de la Humanidad, tanto de sabios como ellos como de menos sabios porque, a fin de cuentas, los argumentos negativos no suelen aceptarlos los verdaderos científicos y mucho menos cuando son inexistentes. El sectarismo, por el contrario, es el principal enemigo de la Ciencia y de los investigadores.

Darwin no escribió sobre los seres humanos, hubiera sido muy arriesgado entonces, pero, aun así, la polémica se concentró sobre ello y la lucha fue enconada. Tampoco partió de la nada, en realidad tuvo el acierto de estructurar de manera inteligible un estado de opinión al más alto nivel científico, que habían desarrollado investigadores anteriores y en lo que estaban trabajando otros en aquel momento; supo también apoyarlo en los múltiples datos y ejemplos que había ido recopilando a lo largo de los cuatro años que pasó en el Beagle dando la vuelta al mundo.

Para los que, como creyentes, aceptamos el relato bíblico y, que, naturalmente, como no podía ser de otra manera, creemos ciegamente en la ciencia y en la investigación, tanto por la Razón como porque es un mandato divino; los seres humanos hechos a imagen y semejanza de Dios y obligados a acercarnos a Él mediante el estudio y el conocimiento; el camino que ha conducido a la culminación del proceso creacionista y evolutivo por lo tanto no nos preocupa, simplemente debe ocupar a geólogos, biólogos, teólogos, filósofos y, especialmente, a antropólogos y arqueólogos.

El proceso evolutivo se ha comparado a una cadena en la que cada eslabón es una fase de todo el largo proceso, fases perfectamente engarzadas. Cuando falta un eslabón la cadena se corta, se interrumpe, pero ahí insiste el estudio y la investigación y, más pronto o más tarde, el eslabón aparecerá y la cadena se completará.

El principio de selección natural es el que rige el proceso apoyado en la mutación, de tal manera que cuando aparece un carácter nuevo que facilita la adaptación se incorpora y se transmite.

Los que aceptamos el antropocentrismo, el ser humano como medida de todas las cosas en el sentido de que sin la consciencia humana de la existencia del cosmos este no existe, existe en tanto en cuanto el ser humano lo percibe y lo incorpora a su consciencia dándole así acta de nacimiento, dicho esto como reinterpretación de Protágoras y con su permiso, y como culminación del proceso creacionista, con origen muy alejado en el tiempo en el que lo sitúan los marxistas que, por lo tanto, yerran en el proceso socioeconómico que afirman haberlo provocado, seguimos expectantes el largo terminal de la cadena que conduce a los seres humanos actuales, Homo Sapiens Sapiens.

Es una cadena a la que le faltan los eslabones iniciales y muchos de los intermedios, mientras que otros parecen pertenecer a un terminal distinto, oxidado y carcomido por la herrumbre por la falta de continuidad, a la línea Neandertal nos referimos.

Sin embargo, si Darwin resucitara y se pusiera, de nuevo, manos a la obra, sin duda que se dedicaría a la tarea de componer esta cadena, para lo cual se haría arqueólogo y antropólogo a la vez, o sumar su esfuerzo con la especialidad que no eligiera.

Posiblemente diría que las cosas no están claras, que lo de Adán y Eva únicos en el Paraíso africano, tras los hallazgos de Atapuerca, hay que ponerlo en cuarentena; que la cadena pudo ser más bien una malla constituida por múltiples cadenillas entrelazadas. Es decir que, frente a la uni-génesis actualmente propugnada, habría que ir pensando más bien en una poli-génesis. Mas como Darwin no volverá, por ahora, no es ocioso que lo propaguemos como muestra de la libertad de pensamiento, medida obligada para que progrese el conocimiento.

Atapuerca es hoy un referente mundial para el estudio del proceso evolutivo humano, quizá uno de los primeros sino el primero. A medida que se profundiza en el gigantesco yacimiento se retrocede en el tiempo y nuevos eslabones, de mayor antigüedad, aparecen, el último ha sido datado en 1.300.00 años. ¿Cuál será el próximo?.Al que hay que sumar otros más recientes, como los de China, Denisova o de Marruecos muy reciente

El ADN de algunos de nuestros ancestros se ha buscado y encontrado, el Instituto Max Planck de Alemania investiga el genoma del Neandertal, otros centros también lo hacen. Nosotros, desde la Sección de Arqueología y Prehistoria-SEAP de la Real Academia de Cultura Valenciana lo esperamos de nuestros neandertales de Oliva. Quizá aún podamos ver parte de la cadena evolutiva humana recompuesta y alguna incógnita despejada. Darwin nos felicitará aquí o Allá.

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Un equipo de investigadores de EE UU y Australia asegura haber encontrado los rastros de presencia humana más antiguos de América, hace 130.000 años. Hasta ahora, todas las pruebas existentes apuntan a que los primeros colonos del continente llegaron hace unos 15.000 años.

Los nuevos indicios se desprenden de los huesos de un mastodonte hallado en 1992 durante la construcción de una autopista cerca de San Diego (EE UU). Según un estudio publicado hoy en Nature, los huesos del animal tienen marcas de haber sido fracturados con piedras para extraer la médula y junto a ellos se hallaron rocas que sirvieron de yunques y martillos para hacerlo. Los investigadores han aplicado sobre los huesos un método de datación basado en la descomposición de átomos de uranio que ha arrojado una fecha de 130.000 años con un margen de error de unos 10.000. Las marcas en los huesos indican que fueron rotos cuando aún estaban frescos. Según los autores del hallazgo, liderados por científicos del Museo de Historia Natural de San Diego, la única explicación plausible es que sea obra de homínidos.

“Las pruebas que hemos encontrado en este yacimiento indican que alguna especie de homínido vivía en América del Norte 115.000 años antes de lo que se pensaba”, señala Judy Gradwohl, presidenta del museo estadounidense, en una nota de prensa difundida por su institución. “Los huesos y varios dientes muestran marcas claras de haber sido rotos de forma deliberada por humanos con destreza manual y conocimiento experimental”, argumenta Steve Holen, autor principal del estudio. “Este patrón de rotura se ha observado en fósiles de mamut hallados en Kansas y Nebraska, donde otras posibles explicaciones como fuerzas geológicas o actividad de carnívoros ha quedado descartada”, añade.

Los autores no identifican qué especie del género Homo habría sido la responsable, ni si se trató de una ola migratoria fallida que llegó a América para después desaparecer sin dejar rastro en el genoma de las poblaciones actuales.

Hasta ahora, todas las pruebas existentes apuntan a que los primeros colonos del continente llegaron hace unos 15.000 años

“Si son ciertos, estos resultados bien pueden significar que los denisovanos o los neandertales fueron los primeros colonizadores de América, en lugar de los humanos modernos”, reconoce Chris Stringer, investigador del Museo de Historia Natural de Londres. Esas dos especies humanas estaban presentes en Siberia hace unos 100.000 años. La primera salida de Homo sapiens de África se data en esa misma fecha, lo que haría imposible que hubiesen llegado a América 30.000 años antes.

Erella Hovers, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, señala en un comentario publicado en Nature que los indígenas del Amazonas están emparentados genéticamente con poblaciones de Asia y Australia, y estos a su vez tienen un lejano rastro genético de los denisovanos. “Esto puede apoyar al menos una entrada temprana en las Américas, pero la fecha en la que ocurrió no está clara”, añade.

En opinión de Stringer “se necesitan más pruebas de esta ocupación temprana en más yacimientos antes de que abandonar el modelo actual que dice que los humanos modernos llegaron al continente hace 15.000 años”.

María Martinón-Torres, investigadora del University College, plantea otras dudas. “Hacen falta más datos para poder atribuir el yacimiento a la mano del hombre, los núcleos y posibles yunques, si es que lo son, son herramientas bastante básicas y no muy diagnósticas del género Homo”, opina. “Si fuese Homo sapiens esperaría que sus herramientas y comportamiento fuesen más sofisticados. Solo tenemos signos de fractura fresca y posible percusión, pero ninguna marca de corte, ¿no es extraño no encontrar marcas más claras si se tratase de un humano moderno despedazando un mastodonte, por ejemplo, algún útil de piedra tallado”, explica. “Si no es Homo sapiens, y se trata de otro homínido más arcaico, entonces le estaríamos presuponiendo una sofisticación sorprendente para haber podido subir hasta Beringia o cruzar el Pacífico, algo que hasta ahora solo se le ha atribuido a los humanos modernos, más de 100.000 años más tarde y con probable conocimiento de las artes de la navegación o la domesticación de perros para el tiraje de trineos o el vestido para combatir el frío”, argumenta. “Desgraciadamente, la evidencia me parece bastante equívoca y bastante aislada”, añade la paleoantropóloga española.

Ruth Blasco, experta en procesos de fosilización del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, comenta que otra de las pruebas puede ser equívoca. Hay carnívoros que al partir huesos pueden producir lascas de hueso similares a las que harían los humanos con los percutores de piedra. “Los animales que producen este tipo de fracturación necesitan un potente aparato masticatorio, como los carnívoros durófagos, y uno de estos carnívoros al que no hay que perderle la pista en el continente americano es el lobo gigante”, advierte. En su opinión, “este estudio es un punto de partida que anima a la exploración de contextos similares en busca de evidencias claras que ayuden a confirmar la hipótesis planteada en el artículo”.

Hace dos años, en Sudáfrica, un equipo -formado enteramente por investigadoras- consiguió meterse por las angostas grietas de un profundo sistema de cuevas y salir con una nueva especie humana entre las manos. Se trataba de Homo naledi, un homínido de metro y medio de alto y con un cerebro del tamaño de un chimpancé. Aquel nuevo miembro de la familia humana era una especie de frankenstein evolutivo. En su cuerpo convivían partes primitivas como el tronco y la columna vertebral y otros mucho más modernos como el pulgar oponible, esencial para fabricar herramientas, unos dientes pequeños y similares a los de nuestra especie, y la capacidad de caminar erguido. Parecía inexplicable que todos aquellos fósiles, unos 1.500 en total, hubiesen llegado hasta la cámara subterránea donde fueron hallados, pues la única explicación posible, según sus descubridores, es que alguien hubiese recorrido 80 metros de cueva y los hubiese dejado allí, un comportamiento funerario que se pensaba exclusivo de nuestra especie, los Homo sapiens. Lo más desesperante era que no se pudieron datar los restos, con lo que no se sabía cuándo había sucedido todo aquello.

La datación de los fósiles y los sedimentos de la cueva, publicados hoy en la revista de acceso abierto eLife, aportan una enorme sorpresa, pues tienen entre 230.000 y 335.000 años, muchísimo menos de los dos millones de años que cabía esperar por los rasgos tan arcaicos del naledi. Las fechas implican que este homínido vivió en África al mismo tiempo que los primeros Homo sapiens y otros homínidos mucho más evolucionados, algo que hubiera resultado impensable hace pocos años y que supone una importante cura de humildad para nuestra especie y la versión clásica de la evolución del género Homo, con una progresión de homínidos cada vez con más cerebro hasta culminar en el sapiens, mientras desaparecen las especies menos evolucionadas.

“Ya no podemos asumir que sabemos qué especie hizo ciertas herramientas, o decir que fueron los humanos modernos los que iniciaron algunos de los comportamientos y tecnologías más rompedoras dentro del registro arqueológico de África”, señala Lee Berger, paleoantropólogo de la Universidad de Witwatersrand y coautor de los estudios, en una nota de prensa difundida por su institución. “Si hubo otra especie que compartió el mundo con los humanos modernos en África, es muy probable que haya otras. Solo tenemos que encontrarlas”, resalta.

En otro estudio publicado hoy, el equipo describe una segunda cámara en la cueva Rising Star donde se han hallado fósiles de al menos otros tres individuos, uno de ellos un niño de menos de cinco años. Entre los fósiles hay un cráneo muy completo que contribuye a dibujar el rostro de la nueva especie. Esta segunda cámara está a unos 100 metros de la primera. No hay restos de ningún otro animal ni de crecidas que pudieran haber arrastrado los huesos y parece que la cueva no tenía más entradas.

“Esto añade peso a la hipótesis de que el Homo naledi utilizaba sitios oscuros y de difícil acceso para depositar a sus muertos. ¿Qué posibilidades hay de que un segundo caso idéntico al primero se deba a una mera casualidad?”, señala John Hawks, investigador de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE UU) y coautor de los estudios publicados hoy.

Marina Elliott, una de las paleoantropólogas del equipo
Marina Elliott, una de las paleoantropólogas del equipoWits University

Como ya pasó tras su descubrimiento en 2015, los nuevos datos sobre naledi plantean muchas preguntas sin respuesta. ¿Cómo pudo sobrevivir un homínido tan primitivo en el mismo territorio que los humanos modernos?

María Martinón-Torres, del University College de Londres, señala que “estamos ante un caso parecido al Hombre de Flores, pero no se explica cómo [los naledi] pudieron permanecer aislados en las sabanas de África, es una intriga tremenda”. El hallazgo guarda también paralelismos con la Sima de los Huesos de Atapuerca, otra concentración de fósiles humanos que posiblemente fueron puestos allí a propósito. “En un periodo similar, los homínidos de la Sima de los Huesos también enterraban a sus congéneres, pero existen diferencias abismales en su morfología y su capacidad craneal con los naledi. Habrá que plantearse cuán importante es el tamaño del cerebro para inferir comportamientos que considerábamos tan elevados”, resalta.

“El 95% de África está sin explorar en cuanto a fósiles humanos, su historia en el último medio millón de años puede ser tan compleja como la de Europa, con sus cinco tipos de humanos”, resalta Chris Stringer, investigador del Museo de Historia Natural de Londres. “Hace unos 300.000 años en África había al menos tres tipos de humanos, los Homo rhodesiensis, los Homo sapiens tempranos y los naledi, y quién sabe qué más habrá ahí afuera”, explica.

El científico plantea dudas sobre el posible enterramiento. “Aunque no se ha planteado ninguna otra hipótesis satisfactoria para la disposición de los restos del naledi, muchos expertos consideramos que un comportamiento tan complejo es poco probable para una criatura con un cerebro similar al de un gorila, especialmente cuando hace falta dominar el fuego para iluminarse” dentro de la cueva, explica. Posiblemente se descubran otras entradas por las que los huesos podrían haber llegado allí de forma accidental, sugiere.

Sobre la firma

Nuño Domínguez

Nuño Domínguez

Nuño Domínguez es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo Científico por la Universidad de Boston (EE UU). Antes de EL PAÍS trabajó en medios como Público, El Mundo, La Voz de Galicia o la Agencia Efe.Normas

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“Las pruebas que hemos encontrado en este yacimiento indican que alguna especie de homínido vivía en América del Norte 115.000 años antes de lo que se pensaba”, señala Judy Gradwohl, presidenta del museo estadounidense, en una nota de prensa difundida por su institución. “Los huesos y varios dientes muestran marcas claras de haber sido rotos de forma deliberada por humanos con destreza manual y conocimiento experimental”, argumenta Steve Holen, autor principal del estudio. “Este patrón de rotura se ha observado en fósiles de mamut hallados en Kansas y Nebraska, donde otras posibles explicaciones como fuerzas geológicas o actividad de carnívoros ha quedado descartada”, añade.

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Erella Hovers, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, señala en un comentario publicado en Nature que los indígenas del Amazonas están emparentados genéticamente con poblaciones de Asia y Australia, y estos a su vez tienen un lejano rastro genético de los denisovanos. “Esto puede apoyar al menos una entrada temprana en las Américas, pero la fecha en la que ocurrió no está clara”, añade.

En opinión de Stringer “se necesitan más pruebas de esta ocupación temprana en más yacimientos antes de que abandonar el modelo actual que dice que los humanos modernos llegaron al continente hace 15.000 años”.

María Martinón-Torres, investigadora del University College, plantea otras dudas. “Hacen falta más datos para poder atribuir el yacimiento a la mano del hombre, los núcleos y posibles yunques, si es que lo son, son herramientas bastante básicas y no muy diagnósticas del género Homo”, opina. “Si fuese Homo sapiens esperaría que sus herramientas y comportamiento fuesen más sofisticados. Solo tenemos signos de fractura fresca y posible percusión, pero ninguna marca de corte, ¿no es extraño no encontrar marcas más claras si se tratase de un humano moderno despedazando un mastodonte, por ejemplo, algún útil de piedra tallado”, explica. “Si no es Homo sapiens, y se trata de otro homínido más arcaico, entonces le estaríamos presuponiendo una sofisticación sorprendente para haber podido subir hasta Beringia o cruzar el Pacífico, algo que hasta ahora solo se le ha atribuido a los humanos modernos, más de 100.000 años más tarde y con probable conocimiento de las artes de la navegación o la domesticación de perros para el tiraje de trineos o el vestido para combatir el frío”, argumenta. “Desgraciadamente, la evidencia me parece bastante equívoca y bastante aislada”, añade la paleoantropóloga española.

Ruth Blasco, experta en procesos de fosilización del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, comenta que otra de las pruebas puede ser equívoca. Hay carnívoros que al partir huesos pueden producir lascas de hueso similares a las que harían los humanos con los percutores de piedra. “Los animales que producen este tipo de fracturación necesitan un potente aparato masticatorio, como los carnívoros durófagos, y uno de estos carnívoros al que no hay que perderle la pista en el continente americano es el lobo gigante”, advierte. En su opinión, “este estudio es un punto de partida que anima a la exploración de contextos similares en busca de evidencias claras que ayuden a confirmar la hipótesis planteada en el artículo”.

Sobre la firma

Nuño Domínguez

Nuño Domínguez

Nuño Domínguez es

Sexo entre neandertales y ‘sapiens’: la literatura se adelantó a la ciencia

El encuentro entre especies diferentes es uno de los temas centrales de las grandes novelas sobre la prehistoria

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Tráiler de ‘En busca del fuego’

El actor Ron Perlman y el director Jean-Jacques Annaud durante el rodaje de ‘En busca del fuego’ en 1980. En vídeo, tráiler de ‘En busca del fuego’.Vídeo: ERNST HAAS (GETTY IMAGES) / FOX

Guillermo Altares

Guillermo Altares

29 jul 2021 – 05:30ACTUALIZADO: 29 jul 2021 – 12:54 CEST

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El director Jean-Jacques Annaud es un obseso de la precisión histórica en sus películas. Durante el rodaje de El nombre de la rosa, la adaptación de la novela de Umberto Eco, tuvo unos cuantos días a los principales medievalistas europeos, entre ellos a Jacques le Gof y Michel Pastoureau, investigando si los monjes comían o no con la capucha puesta. Era un detalle pequeño, pero caro: si se descubrían la cabeza para comer, había que hacerles las tonsuras a los extras y cobrarían mucho más. También hizo que se pintasen de negro los cerdos que aparecen en segundo plano en el patio de la abadía cuando Pastoureau le explicó que en la Edad Media los cochinos no eran rosas, sino negros o con manchas.

Para la adaptación de En busca del fuego, la gran novela prehistórica del belga J.-H. Rosny Aîné, seudónimo de Joseph Henri Honoré Boex, publicada por primera vez en 1911, no reparó en gastos: contrató al etólogo Desmond Morris, entonces una autoridad mundial como autor de El mono desnudo, para que imaginase los movimientos y lenguaje corporal de los hombres prehistóricos y al novelista y erudito Anthony Burgess (el autor de La naranja mecánica o Poderes terrenales) para inventarse las lenguas que hablan (más bien gruñen) las diferentes especies humanas que aparecen en la serie. La leyenda de Hollywood dice que cuando a William Faulkner le encargaron el guion de Tierra de faraones, lo primero que hizo fue llamar a Howard Hawks para preguntarle “cómo diablos hablaban los faraones”. Annaud metió en nómina a Morris y Burgess para tratar de responder a esa pregunta aplicada a la prehistoria. Sin embargo, no fue suficiente.Más información

“El sexo de neandertales con otras especies demuestra que eran mucho más sociables que nosotros”

El genoma más antiguo de un europeo desvela sexo continuo con los neandertales

Aunque reconocieron que recreaba la prehistoria con solvencia y credibilidad (es imposible saber cómo fue, pero por lo menos podría haber sido como la reconstruyó Annaud), la mayoría de los especialistas criticaron el rigor científico del filme por un detalle crucial: dos especies humanas diferentes, una más primitiva y otra más avanzada, se supone que un neandertal y un sapiens, mantenían relaciones sexuales. Cuando se estrenó la película, en 1981, un encuentro de ese tipo parecía imposible. Sin embargo, el pasado remoto cambia constantemente y con él la percepción que la humanidad tiene de sí misma. Lo que a finales del siglo XX parecía un disparate, a principios del siglo XXI se convirtió en una realidad.Fotograma de la película 'En busca del fuego' (1981), que muestra a una 'sapiens' y un neandertal.Fotograma de la película ‘En busca del fuego’ (1981), que muestra a una ‘sapiens’ y un neandertal.

Un equipo del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania), dirigido por el biólogo sueco Svante Pääbo, logró secuenciar el ADN neandertal en 2011 y ofreció un descubrimiento que transformó la prehistoria: se produjeron hibridaciones entre neandertales y sapiens hace 70.000 años y el resultado de esos encuentros sexuales es que los humanos no africanos tenemos entre un 2% y un 4%. Desde entonces, la cosa no ha parado de complicarse y la convivencia de diferentes especies humanas que describía En busca del fuego se ha confirmado.

Esta novela fue escrita cuando la prehistoria era una ciencia emergente que provocaba una mezcla de fascinación, rechazo y desconfianza: la idea de que los hombres blancos eran descendientes de una especie nacida en África no siempre cuadraba con el colonialismo y el racismo institucional que impregnaba la vida de las sociedades occidentales, que apenas hacía dos generaciones que habían abandonado la esclavitud. Si hay una ciencia que muestra sin la más mínima duda –qué tristeza que sea necesario demostrarlo– que todos los humanos somos iguales esa es sin duda el estudio del pasado remoto. El descubrimiento del equipo de Pääbo confirmaba que todas las sociedades humanas, desde hace miles de años, habían sido multiculturales, incluso multiespecies. Desde este mismo mes de julio, sabemos que hubo un momento en el que por lo menos ocho especies humanas cohabitaban en la tierra y que la soledad de los Homo sapiens, desde hace unos 40.000 años, es la excepción.

Si ha habido un tema que ha interesado a la literatura prehistórica, es precisamente ese, el del encuentro de diferentes especies que comparten el mismo espacio, sobre todo entre neandertales y humanos. El premio Nobel de Literatura británico William Golding, autor de El señor de las moscas, publicó en 1955, en plena Guerra Fría, la novela Los herederos (Minotauro) en la que relataba cómo un clan neandertal se enfrentaba al cercano final de su especie. En uno de los momentos más emocionantes de un libro extraño y evocador, un anciano de la tribu le confiesa a uno de los jóvenes: “Hay otra gente en el mundo”. La tribu neandertal se da cuenta de que todo ha cambiado cuando regresan en su nomadismo a los pastos ancestrales de su clan porque otras personas rondan aquel territorio. Los Homo sapiens son descritos como seres crueles, que destruyen el mundo a su paso, una de las marcas de la obra de Golding.Panel con pinturas rupestres de la cueva de Lascaux, en Francia.Panel con pinturas rupestres de la cueva de Lascaux, en Francia.Heritage Images (Heritage Images/Getty Images)

La danza del tigre (Plot), del paleontólogo sueco Björn Kurtén, es a menudo citada por expertos en la prehistoria como la mejor novela sobre el pasado remoto de la humanidad. “La danza del tigre se desarrolla en el momento de la desaparición de los neandertales”, escribe Juan Luis Arsuaga en el prólogo de la edición española. “En todos y cada uno de los lugares donde ocurrió, alguien pensó: ‘Soy el último de mi raza. Es tiempo de morir”, agrega el codirector de Atapuerca y autor junto a Juan José Millás de uno de los éxitos prehistóricos del año, La vida contada por un sapiens a un neandertal (Alfaguara).

La saga de El clan del oso cavernario (EmBolsillo),de Jean M. Auel, el best-seller sobre la prehistoria por antonomasia, arranca con la historia de una niña sapiens que se queda huérfana y es adoptada por un clan neandertal. Y El último neandertal (Maeva), de Claire Cameron, relata la conexión entre una neandertal y la científica que investiga el yacimiento en el que reposa 40.000 años después, como si la relación entre las especies superase el tiempo y el espacio.

En casi todos estos libros, la prehistoria es utilizada como marco para novelas de aventuras clásicas, aunque también como una reflexión sobre el poder destructor de los humanos a lo largo de los tiempos y sus implicaciones sobre el presente. Pero, por encima de todo, estos libros contienen muchas lecciones de humildad, la más importante de ellas es que estar solos es una excepción: si los primeros Homo sapiens surgieron hace unos 200.000 años (aunque otros científicos hablan de 300.000) por lo menos hasta hace 40.000 años compartimos el planeta con otras especies humanas. Por qué ellos desaparecieron y nosotros seguimos aquí se mantiene como un misterio que nos interroga sobre nuestra fragilidad mucho más ahora que sabemos que somos los últimos, que ya no hay otra gente en el mundo.

NEANDERTAL-SANIDAR

NEANDERTAL-SANIDAR

Shanidar, o la solidaridad en el Pleistoceno

Una muestra más de la generosidad con la que las comunidades humanas del Paleolítico medio cuidaban de sus miembros menos afortunados

Entre los neandertales, un individuo con diversidad funcional severa

podía sobrevivir gracias a los cuidados de su comunidad

Hoy os vamos a contar la historia de Nandy, como fue bautizado por el equipo de la Columbia University que descubrió sus restos en la cueva de Shanidar, Iraq. Digamos que Nandy era un neandertal con mala suerte. Quizás fue un accidente de caza, una mala caída o un desafortunado combate pero el caso es que durante su juventud sufrió un brutal golpe que le aplastó el lado izquierdo de la cara y le dejó medio ciego. Además, sus restos presentaban múltiples fracturas en el brazo derecho y deformidades en su pierna también derecha, atribuyéndosele una parálisis en ese lado del cuerpo quizás debida a la lesión craneal, quizás por una malformación congénita.

Como señala el paleontólogo Erik Trinkaus, probablemente Nandy fuera, por lo que sabemos hasta ahora, el homínido del Pleistoceno más severamente castigado.

Podríamos decir que en las condiciones extremas y terriblemente duras para la supervivencia de un individuo sano hace 50.000 años, uno que fuera cojo, manco y casi ciego tenía todas las papeletas para no llegar a viejo.

Si os contamos todo esto, es porque Nandy llegó.

Sus registros fósiles nos hablan de una cicatrización ósea de todas sus lesiones. De hecho, murió pasado los 45 años, una longevidad poco frecuente en el universo neandertal.

Es decir, casi completamente inválido, no fue abandonado a su suerte para morir de frío, inanición o presa de las alimañas. Antes bien, fue atendido de sus heridas, cuidado y posteriormente mantenido por la comunidad, como señala el antropólogo forense T. Dale Stewart.

¿Podemos imaginar a aquella tribu, cargando literalmente con Nandy en sus desplazamientos de un asentamiento a otro, por escarpadas pendientes y en medio de fuertes ventiscas? Atrás quedaban para él los gloriosos días de caza o de explorar cuevas. Pero también podemos imaginarlo (nos encanta) intentando ser útil a su comunidad en el cuidado de los pequeños o manteniendo encendido el fuego.

Así pues, vuelve a llegarnos desde la Prehistoria un lejano eco que nos trae mensajes de supervivencia gracias a la solidaridad, ternura y cariño del grupo.

Como anécdota, os contamos que la escritora Jean M. Auel se inspiró en Nandy para recrear al personaje de Creb en la novela “EL Clan del Osos Cavernario”.

Autor| ArqueoEduca

Vía| Smithsonian National Museum of Natural History

Más información| Trinkaus, Erik (1983). The Shanidar Neanderthals.

T. D. Stewart, The Restored Shanidar I Skull, Smithsonian Institution (1958)

Imagen| Chip Clark, Smithsonian Institution

el noviembre 10, 2015 0 comentarios

Etiquetas: Dale Stewart, Nandy, Neandertal, Prehistoria, Shanidar, Smithsonian, Solidaridad, Trinkaus

NEANDERTALES Y LENGUAJE HUMANO

jose aparicio perez

Mar 02/03/2021 6:03

CON LOS NEANDERTALES COMENZO EL LENGUAJE.LO VENIMOS ANUNCIANDO TRAS NUESTROS HALLAZGOS EN LA COVA FORADA DE OLIVA DE RESTOS NEANDERTALES Y EL HUESO IOIDES. EN ATAPUERCA TAMBIEN LO AFIRMAN AHORA AUNQUE NO TENGAN RESTOS

en 2 marzo, 2021 por Cultura, Historia y Ciencia Valencianas

en NeandertalEditar

Los neandertales eran capaces de percibir y producir el habla humana

Investigadores españoles comprueban la capacidad de estos antepasados de la especie para oir y emplear un sistema de comunicación «complejo y eficiente» similar al actuar

Cráneos de neandertal. /EFECráneos de neandertal. / EFE

EUROPA PRESS Madrid Martes, 2 marzo 2021, 00:08

Los neandertales, el antepasado más cercano a los humanos modernos, poseían la capacidad de percibir y producir el habla humana, según un nuevo estudio multidisciplinario internacional del que es investigadora principal Mercedes Conde-Valverde, profesora de la Universidad de Alcalá, y coautor Juan Luis Arsuaga, profesor de Paleontología en la Universidad Complutense de Madrid y codirector de las excavaciones e investigaciones en los yacimientos de Atapuerca, y

La evolución del lenguaje, y las capacidades lingüísticas de los neandertales en particular, es una vieja cuestión en la evolución humana. «Durante décadas, una de las preguntas centrales en los estudios de la evolución humana ha sido si la forma humana de comunicación, el lenguaje hablado, también estaba presente en alguna otra especie de ancestro humano, especialmente en los neandertales», dice Arsuaga, profesor de Paleontología en la Universidad Complutense de Madrid y codirector de las excavaciones e investigaciones en los yacimientos de Atapuerca. Este último estudio, publicado en la revista ‘Nature Ecology and Evolution’, ha reconstruido cómo escucharon los neandertales para hacer algunas inferencias sobre cómo pueden haberse comunicado.

El estudio se basó en tomografías computarizadas de alta resolución para crear modelos virtuales en 3-D de las estructuras del oído en homo sapiens y neandertales, así como fósiles anteriores del sitio de Atapuerca que representan a los antepasados de los neandertales. Los datos recopilados en los modelos 3-D se ingresaron en un modelo basado en software, desarrollado en el campo de la bioingeniería auditiva, para estimar las capacidades auditivas hasta 5 kHz, que abarca la mayor parte del rango de frecuencia de los sonidos del habla humana moderna. En comparación con los fósiles de Atapuerca, los neandertales mostraron una audición ligeramente mejor entre 4-5 kHz, asemejándose más a los humanos modernos.

Además, los investigadores pudieron calcular el rango de frecuencia de máxima sensibilidad, técnicamente conocido como ancho de banda ocupado, en cada especie. El ancho de banda ocupado está relacionado con el sistema de comunicación, de modo que un ancho de banda más amplio permite utilizar un mayor número de señales acústicas fácilmente distinguibles en la comunicación oral de una especie.

Sintonización auditiva

Esto, a su vez, mejora la eficiencia de la comunicación, la capacidad de transmitir un mensaje claro en el menor tiempo posible. Los neandertales muestran un ancho de banda más amplio en comparación con sus antepasados de Atapuerca, asemejándose más a los humanos modernos en esta característica. «Esta es realmente la clave», dice Mercedes Conde-Valverde. «La presencia de capacidades auditivas similares, particularmente el ancho de banda, demuestra que los neandertales poseían un sistema de comunicación que era tan complejo y eficiente como el habla humana moderna».

«Uno de los otros resultados interesantes del estudio fue la sugerencia de que el habla neandertal probablemente incluía un mayor uso de consonantes», dijo en un comunicado el coautor Rolf Quam, profesor de Antropología en la Universidad de Binghamton.

Por lo tanto, los neandertales tenían una capacidad similar a la nuestra para producir los sonidos del habla humana, y su oído estaba «sintonizado» para percibir estas frecuencias. Este cambio en las capacidades auditivas de los neandertales, en comparación con sus antepasados de Atapuerca, es paralelo a la evidencia arqueológica de patrones de comportamiento cada vez más complejos, incluidos cambios en la tecnología de herramientas de piedra, domesticación del fuego y posibles prácticas simbólicas. Por lo tanto, el estudio proporciona una fuerte evidencia a favor de la coevolución de comportamientos cada vez más complejos y una mayor eficiencia en la comunicación vocal a lo largo de la evolución humana.

Neandertales y Sapiens, ¿una historia de amor con un triste final?

Los neandertales y Homo sapiens se han apareado durante décadas desde hace algo más de 100.000 años.  Si como parece mantenían buenas relaciones sociales, ¿es posible que los sapiens tuviesen algo que ver con la extinción neandertal?

Recreaciónde la vida cotidiana de los neandertales

Una historia de amor…
Ya se conocía que los Homo sapiens y los neandertales se habían cruzado y habían tenido descendencia hace entre unos 47.000 y 65.000 años. Sin embargo, la revista Nature ha publicado un estudio dirigido por Sergi Castellano, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania), según el cual las dos especies se aparearon entre sí repetidamente desde hace más de 100.000 años. Ésta es la conclusión a la que se ha llegado tras realizar un análisis del genoma de una mujer neandertal encontrada en la cueva de Denisova, macizo de Altai, en el sur de Siberia.
El descubrimiento implica que los Homo sapiens, cuyo origen se considera en África hace unos 200.000 años,  no salieron del continente hace unos 65.000 años como se pensaba, sino que hace más de 100.000 años una población anterior de Homo sapiens salió de África y, probablemente en Oriente Próximo o en el sur de Arabia, se cruzó con grupos de neandertales que en ese momento se desplazaban hacia Asia. Aquellos humanos modernos que se separaron de forma temprana se extinguieron, pero dejaron su huella en el ADN de la neandertal de Altai.
El estudio se ha completado con datos de un homínido denisovano  y de otros dos neandertales: un hombre de hace 49.000 de El Sidrón (Asturias) y una mujer de hace 44.000 años de la cueva de Vindija (Croacia). En ninguno de ellos se han encontrado los genes procedentes de Homo sapiens identificados en la mujer neandertal de Altai, lo que significa que la población neandertal de Siberia se extinguió probablemente en el este de Eurasia, sin que neandertales europeos posteriores ni denisovanos  llegaran a cruzarse con él. Sin embargo, sí que guardan similitud con  los de los africanos modernos. Por otra parte, se ha encontrado ADN denisovano en humanos modernos de Asia y Oceanía, e incluso un 0,2% de genes denisovanos en nativos americanos.
De esta forma, y como se venía sospechando a raíz de los últimos descubrimientos, cada vez es más evidente que se tiene que dejar de interpretar el modelo de la evolución humana como un tronco con ramificaciones, para verlo más bien como un conjunto de interconexiones entre especies que se han podido cruzar entre sí. En este sentido, quizás sea el momento de abordar una asignatura pendiente: la reconsideración del concepto de especie.
… y desamor?
Aunque sabemos que entre neandertales y sapiens hubo encuentros incluso con descendencia, ya que se ha producido un intercambio genético, no sabemos cómo eran en realidad las relaciones sociales entre ambos. La extinción (o quizás absorción) de los primeros continúa siendo un enigma, aunque probablemente se deba a un cúmulo de circunstancias  y no exista una causa única. Sin embargo, el último estudio realizado al respecto  vuelve a incidir sobre la competencia entre ambas especies, en la que los humanos modernos jugarían con una gran ventaja cultural.
William Gilpin y Marcus Feldman de la Universidad de Stanford en los EE.UU., y Kenichi Aoki de la Universidad de Meiji en Japón, han llegado a esa conclusión aplicando unmodelo sobre la competencia entre especies basado en el modelo de Lotka-Volterra, utilizado en ecología, al que han incorporando variables que contemplan el nivel de la cultura y tecnología de una especie. Según los autores, un grupo culturalmente más avanzado podría desplazar a otro que no lo es tanto, incluso si este era inicialmente más grande. Así, los humanos modernos pudieron, gracias sobre todo a la innovación tecnológica, desplazar a los neandertales del acceso a los recursos naturales.
Aunque el método de análisis resulta novedoso en su aplicación a la Prehistoria, la teoría de la superioridad de Homo sapiens como causa de la extinción de los neandertales hace tiempo que fue desechada y existen otras, como las ambientales o el agotamiento genético, que tienen mucho más fundamento. Además, a la luz de los nuevos descubrimientos, parece que neandertales y sapiens mantuvieron buenas relaciones entre sí.
Autora| Ana Carmen Diago Vinadé Vía| El País , Phys.org Imagen| Wikipedia el febrero 21, 20163 comentarios Etiquetas: Antropología, Neandertal, Prehistoria, sapiens

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Una expedición para buscar al ancestro que compartimos con los simios

Un equipo del Museo Nacional de Ciencias Naturales busca en Guinea Ecuatorial fósiles que expliquen cómo bajaron los humanos de los árboles y empezaron a caminar erguidos

El investigador Antonio Rosas, en un corte del terreno donde se pueden encontrar fósiles

En el siglo XIX, después de la publicación del Origen de las especies de Charles Darwin, el naturalista alemán Ernst Haeckel defendía que los humanos y los simios compartían un ancestro común, al igual que el científico británico. Por si la afirmación no era lo bastante transgresora en una sociedad que todavía creía que habíamos aparecido de repente hace poco más de 6.000 años, planteó que los fósiles de aquel hombre mono se podrían encontrar en un lugar concreto del planeta, en lo que entonces eran colonias holandesas y hoy conocemos como Indonesia. Uno de sus alumnos, Eugène Dubois, quedó tan fascinado por la argumentación del profesor que partió hacia aquellas islas del Índico en busca del eslabón perdido. En 1891, solo cuatro años después de empezar su trabajo, Dubois encontró lo que con el tiempo se conocería como Homo erectus, el primer ancestro de los humanos hallado tras buscarlo a propósito.
Desde Dubois, han sido muchos los paleontólogos que se han lanzado en busca de fósiles que ayuden a reconstruir el árbol de la evolución humana para responder con evidencias sólidas a la  pregunta de las preguntas: ¿Quiénes somos? Pero no todos tuvieron tanta suerte al confirmar las teorías con sus descubrimientos. “Louis Leakey buscó en África estos antepasados siguiendo la hipótesis de Darwin sobre el origen de nuestra especie. Según su ley de sucesión, que decía que antepasados y descendientes suelen ocupar las mismas regiones, los ancestros humanos debían encontrarse en África, donde ahora están nuestros parientes más cercanos, los grandes simios”, explica Antonio Rosas, director del Grupo de Paleoantropología en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Cuenta el investigador que Leakey no tuvo tanta suerte como Dubois y necesitó casi 30 años hasta que en 1959, en la garganta de Olduvai, en Tanzania, encontró junto a su esposa Mary el primer fósil relevante, el zinjanthropus. Desde entonces, los descubrimientos se sucedieron, confirmando la teoría de Darwin y confirmando al este de África como “cuna de la humanidad”.
El árbol de la evolución humana se ha complicado mucho desde que los Leakey recorrieron el valle del Rift, pero la teoría de Darwin sigue siendo útil para buscar esas raras reliquias que son los fósiles humanos. En unas semanas, Rosas y su equipo partirán rumbo a África, a Guinea Ecuatorial, a la búsqueda de nuevos restos que sigan ampliando el conocimiento sobre nuestra especie. “Sin fósiles no hay paleontología”, dice Rosas mientras enseña un mapa del continente africano con puntos rojos sobre los yacimientos donde se han encontrado restos de ancestros humanos. En el este de África, desde Etiopía hasta Tanzania, se ven algunos de los yacimientos más famosos del mundo, como donde se encontró a Ardi o a Lucy, algunos de los primeros homínidos que comenzaron a caminar erguidos. En Sudáfrica, en sus abundantes cuevas, también se han descubierto muchos fósiles esclarecedores y ahora, en el norte de África, se empiezan a realizar hallazgos que cuestionan el marchamo del este del continente como cuna exclusiva de la humanidad. Sin embargo, en el oeste, en los bosques lluviosos donde hoy precisamente viven nuestros parientes chimpancés y gorilas, no hay puntos rojos.
Esta será la tercera expedición a la zona, donde ya han encontrado herramientas de la Edad de Piedra que confirman que allí vivían humanos hace al menos 40.000 años. Siguiendo una vez más las predicciones teóricas, Rosas recuerda que “la divergencia entre los grandes simios y los humanos se produjo en el bosque lluvioso africano”, así que en los bosques guineanos debería haber evidencias del momento en que un antepasado común empezó a abandonar los árboles para adoptar el bipedismo, la característica humana esencial. En su búsqueda, aprovechan el trabajo de los habitantes modernos del país, que “ahora están haciendo carreteras y obras públicas”, apunta Rosas. “Cualquier destrozo en la selva, desmontes de la carretera, pistas forestales, cualquier cosa que suponga un afloramiento de los estratos es una oportunidad para encontrar fósiles”, añade.
Los paleontólogos son conscientes de lo incierto de su búsqueda, de la suerte que tuvo Dubois y de la paciencia que demostraron los Leakey. Mientras tanto, en ausencia de fósiles, utilizan otras estrategias para reconstruir los rasgos de aquel precursor. “Viajamos al pasado haciendo un retrato robot del antepasado común filmando a los primates que existen ahora en Guinea, en el bosque original”, señala Rosas. “Hay muchas posturas humanas que compartimos con los simios, como la de estar sentado, y si la tenemos los dos eso significa que muy probablemente la tendría también el antepasado común”, explica el investigador. “Y lo mismo sucede con la cultura material. Tanto chimpancés como humanos la tenemos, aunque la de los chimpancés no se conserve, y eso nos hace pensar que esa capacidad para utilizar herramientas puede venir del antepasado común”, concluye.https://googleads.g.doubleclick.net/pagead/ads?npa=1&client=ca-pub-6600978861572706&output=html&h=280&adk=2607315055&adf=2934340565&pi=t.aa~a.1054562282~i.26~rp.4&w=1078&fwrn=4&fwrnh=100&lmt=1640515682&num_ads=1&rafmt=1&armr=3&sem=mc&pwprc=5887228346&psa=1&ad_type=text_image&format=1078×280&url=https%3A%2F%2Fwww.antrophistoria.com%2F2019%2F12%2Funa-expedicion-para-buscar-al-ancestro.html%3Fm%3D1%23more&flash=0&host=ca-host-pub-1556223355139109&fwr=0&pra=3&rh=200&rw=1078&rpe=1&resp_fmts=3&wgl=1&fa=27&adsid=ChAIgPG6jgYQ86-siq_Stv0IEi8AYBNDPX-NA_grQeT0-mB4BoC_ew8QlxpxzuCt3S6GRIvHFEBUbUfi8rb0QzrkRg&dt=1640982778393&bpp=3&bdt=1508&idt=-M&shv=r20211207&mjsv=m202112060101&ptt=9&saldr=aa&abxe=1&prev_fmts=1100×280%2C0x0&nras=2&correlator=7506433278&frm=20&pv=1&ga_vid=1094345162.1640982778&ga_sid=1640982778&ga_hid=863061191&ga_fc=0&u_tz=60&u_his=1&u_h=768&u_w=1360&u_ah=706&u_aw=1360&u_cd=24&u_sd=1&adx=11&ady=1307&biw=1343&bih=621&scr_x=0&scr_y=628&eid=44753741%2C31063858&oid=2&pvsid=2924882812870189&pem=35&tmod=594&eae=0&fc=384&brdim=-8%2C-8%2C-8%2C-8%2C1360%2C0%2C1376%2C722%2C1360%2C621&vis=1&rsz=%7C%7Cs%7C&abl=NS&fu=128&bc=31&jar=2021-12-29-05&ifi=3&uci=a!3&btvi=2&fsb=1&xpc=HVZ1LvJ1Xn&p=https%3A//www.antrophistoria.com&dtd=18
Suelen decir los antropólogos que conocer mejor la historia evolutiva de la humanidad puede ayudar a rechazar planteamientos miopes sobre nuestra naturaleza. Como han demostrado una y otra vez los cazadores de fósiles, el origen de toda la humanidad se encuentra en África, y todos compartimos un ancestro común extremadamente próximo en términos evolutivos, sean cuales sean nuestras circunstancias hoy. La historia de la evolución y la de la antropología pueden advertir también, frente a un exceso de confianza, de que el conocimiento será necesariamente una fuente de progreso. Haeckel, un hombre de gran inteligencia que difundió ese parentesco común de toda la humanidad y hace más de un siglo defendía la enseñanza de la evolución en las escuelas, también se dejó llevar por sus prejuicios para defender la superioridad del hombre blanco dando argumentos al nazismo. La naturaleza humana es tan compleja como encontrar los fósiles que ayudan a entenderla.

RESTOS DE 1.000.000 DE AÑOS EN CABRA

Actualidad
miércoles, 29 de diciembre de 2021 – 07:49 h Grabaciones de Lucena (5)…. Manuel Guerrero Cabrera
FOTO: Archivo 28.12.16 LOCAL Los nuevos hallazgos arqueológicos colocan a Cabra en el punto de mira de la Prehistoria europea Redacción Sin duda las excavaciones llevadas a cabo en el Cerro de la Merced están resultando ser una «mina» para la arqueología nacional y desde hace unos días un importante filón para la Prehistoria europea https://www.facebook.com/plugins/like.php?app_id=&channel=https%3A%2F%2Fstaticxx.facebook.com%2Fx%2Fconnect%2Fxd_arbiter%2F%3Fversion%3D46%23cb%3Df7f827bcfdd84%26domain%3Dwww.laopiniondecabra.com%26is_canvas%3Dfalse%26origin%3Dhttp%253A%252F%252Fwww.laopiniondecabra.com%252Ff39dc46b77c32ce%26relation%3Dparent.parent&container_width=0&href=http%3A%2F%2Fwww.laopiniondecabra.com%2Fampliar.php%3Fsec%3Dactualidad%2526sub%3Dnoticias%2526art%3D5791&layout=button_count&locale=es_ES&sdk=joey&send=false&show_faces=false&width=150 https://platform.twitter.com/widgets/tweet_button.21f942bb866c2823339b839747a0c50c.es.html#dnt=false&id=twitter-widget-0&lang=es&original_referer=http%3A%2F%2Fwww.laopiniondecabra.com%2Fampliar.php%3Fsec%3Dactualidad%26sub%3Dnoticias%26art%3D5791%26fbclid%3DIwAR3rV-cU-xSUXNrNi4pKCCkLJeZFu15kK92f9d1EsbIKJlLYuJnN38dKrnM&related=laopinioncabra&size=m&text=Los%20nuevos%20hallazgos%20arqueol%C3%B3gicos%20colocan%20a%20Cabra%20en%20el%20punto%20de%20mira%20de%20la%20Prehistoria%20europea&time=1640760550221&type=share&url=http%3A%2F%2Fwww.laopiniondecabra.com%2Fampliar.php%3Fsec%3Dactualidad%26sub%3Dnoticias%26art%3D5791 https://apis.google.com/u/0/se/0/_/+1/fastbutton?usegapi=1&size=medium&hl=es&origin=http%3A%2F%2Fwww.laopiniondecabra.com&url=http%3A%2F%2Fwww.laopiniondecabra.com%2Fampliar.php%3Fsec%3Dactualidad%26sub%3Dnoticias%26art%3D5791%26fbclid%3DIwAR3rV-cU-xSUXNrNi4pKCCkLJeZFu15kK92f9d1EsbIKJlLYuJnN38dKrnM&gsrc=3p&ic=1&jsh=m%3B%2F_%2Fscs%2Fapps-static%2F_%2Fjs%2Fk%3Doz.gapi.es.xsAkyOwjM-4.O%2Fam%3DAQ%2Fd%3D1%2Frs%3DAGLTcCOr6UkdrnFtfYoHd0QkjPt7ec0GwQ%2Fm%3D__features__#_methods=onPlusOne%2C_ready%2C_close%2C_open%2C_resizeMe%2C_renderstart%2Concircled%2Cdrefresh%2Cerefresh&id=I0_1640760549081&_gfid=I0_1640760549081&parent=http%3A%2F%2Fwww.laopiniondecabra.com&pfname=&rpctoken=21764414 Desde que comenzaran las excavaciones en el Cerro de la Merced, se vienen sucediendo una serie de descubrimientos que dejan a nuestro municipio muy bien situado en el mapa arqueológico nacional. Y desde hace unos días destacado en mayúsculas.

Y es que el equipo de arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) ha descubierto, durante una excavación rutinaria en los alrededores del monumento, un nuevo asentamiento fuera de lo común. Se trataría del yacimiento prehistórico más antiguo que se ha encontrado hasta hoy en Europa, datado en torno al 1.000.000 antes de Cristo, algo que cambia el paradigma por completo, puesto que los primeros asentamientos de homínidos de los que se tenían constancia son los de Atapuerca en torno al 800.000 antes de Cristo.

Estos nuevos datos ponen de manifiesto otra vez los restos hallados en 1982 por el antropólogo José Gibert Clols con su «Hombre de Orce», unos restos aparecidos en la zona de Guadix que datan del 1.500.000 a.C. y cuya controversia acaeció hasta 2008, año en que murió su descubridor.

Sin ninguna duda esto representa un fuerte choque en lo que se tenía constancia hasta ahora sobre cómo llegaron los homínidos a la Península Ibérica y su expansión por Europa, valiéndonos como carta de presentación para una nueva oleada de investigaciones y la consiguiente posterior explotación turística, colocando a nuestra localidad en el primer escalafón de la historia prehistórica europea . De modo que con todo esto descubierto y nada de ello por acaecer, solo queremos invitaros a que tengáis un feliz día de los inocentes, y que si os ha gustado, impresionado e incluso convencido este artículo lo compartáis con vuestros amigos.